miércoles, 15 de febrero de 2012

Masacre de Paquix, Sacapulas, Quiché

“El miedo ya me pasó, me quedó la pena, la tristeza … la vergüenza … porque es como si me lo hubieran hecho a mí, aunque a mí no me lo hicieron … es como si se lo hicieran a todos nosotros … porque todos somos hermanos”.

I. Antecedentes

La aldea de Paquix, municipio de Sacapulas, departamento de Quiché, se constituyó entre 1974 y 1975 cuando, al crecer la población de Magdalena La Abundancia a la que pertenecían, un grupo de vecinos decidió separarse y formar su propio centro poblado. Sus habitantes provenían en principio de los municipios de Santa María Chiquimula y Santa Lucía La Reforma, del departamento de Totonicapán.

Entre los años 1978 y 1979 el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) comenzó a realizar trabajo político en la comunidad. Un testigo señala: “Llegaban a dar charlas a las casas, nos hablaban de la explotación, de la discriminación, de la injusticia … y como nosotros vemos que es mucha la pobreza, algunos quedamos enamorados de sus palabras, porque decían las verdades, porque el Gobierno nunca nos tomó en cuenta … a nosotros los indígenas”.

En 1980 el Ejército instaló un destacamento militar en la aldea de Chiul, en el vecino municipio de Cunén. Estaba formado por una compañía y le correspondía patrullar todo ese municipio y la zona norte del municipio de Sacapulas.

En 1981 tienen lugar varios casos de violaciones de derechos humanos contra miembros de las organizaciones religiosas, y de forma significativa contra directivos de Acción Católica. Al mismo tiempo, se registran las primeras masacres. Los hechos de violencia en la zona incluyen, entre otros, la masacre de Parraxtut, efectuada el 16 de marzo de 1981, y la ejecución por parte del Ejército de cuatro alcaldes y un comisionado militar, también en Parraxtut, a finales del mismo año.

En este tiempo, para poder defenderse ante cualquier ataque del Ejército, los pobladores de Paquix, construyeron los “buzones”, escondites que les servían para protegerse de la presencia militar y esconder en ellos comida y otros enseres.

También la guerrilla fue responsable de actos de violencia realizados contra civiles. El 19 de marzo de 1981 ejecutó a dos personas en Parraxtut, llevando consigo a otras dos, a quienes acusaba de ser “orejas” del Ejército. Dos meses después, en Río Pajarito, ajustició a otra persona que rehusó integrarse a las organizaciones rebeldes de apoyo. En 1982 la violencia se incrementa. El Ejército continúa aplicando su estrategia contrainsurgente y reprimiendo aquellas comunidades en la que guerrilla tiene su supuesta base de apoyo. Así, resultan afectadas las comunidades de Paquix, Río Blanco o Tierra Caliente y Parraxtut.


II. Los hechos

El 15 de febrero de 1982, hacia las seis de la mañana, el Ejército cercó Paquix:
“Eran muchos, vinieron de Chiul, Sacapulas, Nebaj y Aguacatán, rodearon todo … Ese mismo día masacraron en Tierra Colorada, en [Magdalena] La Abundancia Centro, en Parraxtut. Después, también mataron en Río Blanco, mataron gente en el camino que venía de traer cañas de carrizo y tuvieron la mala suerte de toparse con los soldados”.

Al percatarse de la presencia militar, la mayoría de los habitantes dejó sus casas y huyó hacia las montañas: algunos se refugiaron en cuevas o en el bosque, y otros marcharon a la vecina comunidad de Tierra Caliente. Mientras tanto, miembros del Ejército iniciaron la operación en la comunidad con la detención de dos hombres. Los torturaron para lograr que éstos señalaran los “buzones” en los que la gente se había escondido. Al día siguiente, con los prisioneros como guías, los soldados localizaron a las primeras dos familias que se hallaban escondidas en una cueva en el cerro Choatzambal. Sacaron a 13 personas. A una le dan un disparo y la dejan herida de gravedad. Las otras 12 personas, entre ellas ocho mujeres, tres niños y un hombre, fueron degolladas a unos pocos metros de la cueva.

A continuación, los soldados llegaron a uno de los “buzones” y arrojaron granadas en su interior, provocando un incendio. La comunidad estima que así murieron unas 20 personas. Algunos niños lograron escapar del buzón antes del ataque.

Dos hermanos que se encontraban en otro “buzón” murieron. Al intentar huir, uno de ellos fue torturado y ejecutado más tarde; el otro fue muerto al día siguiente de su detención.

Casi todas las personas que los militares encontraron en las afueras de la comunidad fueron ejecutadas. Familias enteras perecieron en esta masacre. En uno de esos casos, una mujer, sus tres hijos y el abuelo, son ejecutados. Este último, un anciano de 75 años, fue torturado antes que lo mataran. La mujer y sus hijos cayeron bajo las balas cuando intentaban huir. En otro caso, un padre y su hijo de dos años fueron capturados y trasladados a una casa en la vecina comunidad de Tierra Caliente, donde fueron primero torturados y ahorcados después. Un testigo asegura que, en el lugar, fueron colgadas unas 20 personas.

“Les colgaron, al chiquito también”.

No corrieron mejor suerte los pobladores que optaron por permanecer en el caserío. Aproximadamente 30 hombres fueron encerrados en una de las casas. A tres de ellos, ya muy golpeados, les colocaron un lazo alrededor del cuello. Mediante un palo al que los soldados daban vueltas, el lazo se iba estrechando contra el cuello de las víctimas, hasta ahogarlos. Después de dejarlos agonizantes les cortaron el cuello con un serrucho. Algunas de las víctimas aún estaban “medio vivas” cuando fueron arrojadas a un barranco.

“Yo estaba entre los soldados [comenta un declarante]. Me fueron a buscar para que les dijera dónde estaban los guerrilleros … preguntaban si les había dado comida a los guerrilleros e información de quiénes estaban organizados”.

Los testimonios narran escenas de suma crueldad:

“Primero baleaban y pasaban luego degollando a los que no acababan de morir. [Los soldados] violaron a muchas mujeres … les quitaban la ropa, les golpeaban, y las violaban duro; yo sé que nadie quiere hablar de eso, es difícil para nosotros, da mucha pena”.

Con respecto a las violaciones sexuales, un declarante afirma:

“Iban sólo mujeres y niños en [un] grupito, las agarraron los soldados en un bordo, las desnudaron y las violaron … lo hicieron delante de los niños, los niños llegaron contando, los mayores en medio de tanta pena decían que ya no andaran contando eso, que ya no lo digan más, pero ellos decían que vieron lo que le hicieron a las mujeres … mejor no hablar con los niños porque eran familias de las mujeres violadas, las dejaron vivas, las dejaron que se fueran con los niños”.

Algunas de las víctimas sobrevivieron a la saña de los agresores:

“Una mamá llevaba a su bebé cargado, cuando la balearon, las balas pegaron en el bebé, ella se salvó … siempre le queda la culpa por eso”.

Otra de las víctimas fue degollada, dándola los hechores por muerta. Pero sobrevivió:

“Tiene su seña bien grande en el cuello … eso hace que se acuerde cada día de la masacre, que nunca olvide … muchas veces se lleva la mano al cuello y ahí siente la marca de la herida”.

Otro miembro de la comunidad fue herido de bala y dejado por muerto, pero también sobrevivió.


III. Después de los hechos

Los familiares de las víctimas no pudieron regresar al lugar de los hechos hasta pasados varios días. Cuando por fin se acercaron, los perros ya habían comenzado a devorar los cadáveres. Los restos recibieron sepultura en distintos lugares. Algunos fueron llevados al cementerio de Magdalena La Abundancia y otros inhumados en tres diferentes fosas, en el mismo lugar donde habían sido asesinados.

Después de la masacre, parte de la población buscó refugio en las montañas de los Cuchumatanes. Otros llegaron a la comunidad de Santa Clara, integrada en las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) de la Sierra y nunca regresaron a su comunidad de origen. Otros, por último, se desplazaron hacia la Costa Sur y a la capital.

Un niño pequeño, última víctima de la masacre, murió al cabo de varias semanas:

“Estaba chiquito y no aguantó la pena … dejó de comer, se puso muy enfermo … se murió por la violencia pues”.

Transcurrido un mes desde la masacre, los que se habían quedado en la comunidad fueron forzados por el Ejército a desplazarse y vivir en Magdalena La Abundancia:

“La gente se quedó en la comunidad, pero después de un mes llegó una orden del jefe del destacamento de Chiul para que hiciéramos una colonia en La Abundancia. Allí empezamos la patrulla, estuvimos en La Abundancia por cinco años, posando con familias de La Abundancia. Eramos más o menos 30 personas. Después nos regresamos a la comunidad. En los años que vivimos en La Abundancia durante el día íbamos a trabajar la tierra, nuestras casas estaban destruidas. Fuimos a Chiul a decirle al capitán que nos dejara regresar a Paquix, él nos ordenó que regresáramos, esto fue en 1987”.

Al volver a Paquix los pobladores fueron obligados a integrarse a la Patrulla de Autodefensa Civil (PAC), hasta la disolución de este cuerpo militar, el 25 de octubre de 1996.

“Nos obligaron a hacer las patrullas; somos pocos, pero hasta a los muchachitos con 12 años los pusieron a hacer patrullas; nunca estamos con el Ejército, patrullamos obligados pero nunca hicimos daño a nadie”.

La CEH identificó a 58 víctimas de la masacre, todas ellas civiles e indefensas; entre ellos, mujeres, niños y ancianos: 32 personas fueron ejecutadas arbitrariamente, seis mujeres fueron violadas sexualmente y un niño murió por desplazamiento forzado, sin olvidar que, alrededor de 19 hombres fueron torturados antes que los ejecutaran.

IV. Conclusiones

La CEH, en vista de los antecedentes reunidos, ha llegado a la plena convicción de que 58 pobladores del caserío Paquix fueron ejecutados por efectivos del Ejército, constituyendo este hecho una grave violación al derecho a la vida.

Los actos aberrantes que antecedieron o acompañaron a la ejecución de las víctimas, como torturas, violaciones sexuales y desplazamientos forzados de la población, son ilustrativos de la extrema crueldad del Ejército en las masacres.

La colaboración que algunos pobladores prestaban a la guerrilla no justifica en absoluto este crimen.

LISTADO DE LAS VÍCTIMAS

Ejecución arbitraria

Antonia Tiu
Candelaria Imul Tum
Catarina Chibalan
Catarina de León
Catarina Imul Tiu
Catarina Imul Tum
Catarina Imul Tum
Catarina Imul Us
Catarina Tum López
Diego Imul Chibalan
Diego Imul Tiu
Domingo Imul Us
Filiberto Imul Us
Francisca Imul Tum
Francisco Imul López
Isabel Imul Tum
Juan Imul Pérez
Isabela Imul López
Juana Imul Tum
Lucia Imul Tiu
Magdalena López Tum
Manuel Imul Chibalan
Manuel Imul de León
María Imul Pu
María Imul Tum
María Pu
María Tum Pérez
Miguel Imul Chibalan
Miguel Imul López
Miguel Imul Tum
Rosa Imul Tum
Víctor Imul Tiu

Ejecución arbitraria, tortura

Domingo Imul Lux
Domingo Tum Chibalan
Domingo Tum Segundo
Francisco Us Yat
Isabel Tum Imul
Jesus Tum Imul
Jesus Tum Lux
Josefa Imul de León
Juan Tum Chibalan
Juan Tum Imul
Manuel Imul de León
Manuel Imul Lux
María Lux Us
Miguel Imul Tiu
Miguel Imul Us
Miguel Tum Tiu
Nicolás Imul Tum
Nicolás Tum Imul
Nicolás Tum Tiu

Desaparición forzada
Juan Imul Pu

Torturas

Francisco Pu Imul
Juan Pu Chibalan
Magdalena Imul Tum
Otras violaciones
Josefa Imul Chibalan
Magadalena Imul Ixcotoya
Magdalena Tum Tojin
María Imul De León

Muerte por desplazamiento forzado

Pablo Tum Tojin

Víctimas colectivas/desconocidas: 27


Fuente: Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala, memoria del silencio.

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